Salvador Aguirre pone como escenario el desencanto del migrante que ha probado suerte y que regresa con sueños de grandeza a su pueblo para encontrarse con que el orden social ha sido trastocado con el paso del mando generacional. El hijo heredero del hacendado local tiene planes muy diferentes a los de su difunto padre y su avaricia es el ejemplo de la concentración de bienes naturales en unas cuantas manos que se vive en el país. La resistencia a la voracidad del terrateniente, por parte de un puñado de campesinos desorganizados, pero deseosos de justicia, deja casi entrever las futuras autodefensas surgidas en varias partes del país incluido el estado de Michoacán. De ida y vuelta es una historia de ir y venir, de amor, de búsqueda de justicia en un México donde los problemas locales parecen invisibles al gran poder centralizado de la capital.