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Gorilas en el techo

Esa tarde una maestra gritó: ¡Gorilas en el techo! Karen no sabía si echarse a llorar o a correr; tampoco sabía que su vida estaba a punto de desmoronarse como migajitas de pan. Al poco tiempo sus papás anunciaron que la familia se mudaba. ¿Quéeeee? Se le pararon los pelos de punta. Dejar la escuela, amigas, abuelos y a su querida Guatemala era mucho peor que si diez simios le hubieran brincado encima.

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