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Gráfica y Abstracción. Homenaje a Manuel Felguérez / Núcleo I: Antecedentes / MUNAE / MAM

En la década de 1920, gracias a los programas educativos y culturales de José Vasconcelos, se inició en México el movimiento muralista. En él destacaron los llamados “Tres Grandes” —Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros—, quienes, desde su propio estilo, adoptaron el realismo para trasmitir un mensaje nacionalista y político.

La obra mural se había considerado como un arte democratizador; sin embargo, el mismo Siqueiros aceptaría, en la siguiente década, que la gráfica era un mejor vehículo para la transmisión de las ideas. Así, buena parte de la producción de la Escuela Mexicana de Pintura se realizó con técnicas accesibles y de fácil reproducción en publicaciones, como la litografía y los grabados en madera y linóleo.

Desde los años treinta y hasta los cincuenta, el arte gráfico vivió su época dorada. Miembros del Taller de Gráfica Popular y de la Sociedad Mexicana de Grabadores fueron docentes y directivos de las escuelas de arte del país. Estos artistas fueron los maestros de Manuel Felguérez y sus compañeros de generación como Luis López Loza y Francisco Toledo. No obstante, muy pronto los alumnos prefirieron explorar la abstracción que mantener el realismo dominante.

Ellos no fueron los primeros en proponer una alternativa al realismo. Rufino Tamayo, Carlos Mérida y, más adelante, Gunther Gerszo y Mathias Goeritz habían comenzado a explorar otras formas de representación, gracias a que sus viajes, estancias u origen europeo los pusieron en contacto con las vanguardias. Todos ellos compartieron la fascinación temática por el pasado prehispánico de México, la exploración de la estilización de las figuras, el color y las texturas. Lo anterior los llevó a emplear técnicas como la litografía a color y la serigrafía. Otra característica distintiva fue el uso de títulos que sugieren personajes, objetos o escenas que no se encuentran en la obra —tal es el caso de Gerszo y Belkin.

Juan Soriano y Vlady fueron el punto de contacto más cercano de los jóvenes artistas que integraron la llamada Ruptura con las vanguardias europeas. La obra de Soriano marcó el paso de la figuración a la neofiguración y se distinguió por el uso del color. La figura de Vlady fue relevante no solo por el uso de la línea y el dibujo en su trabajo, sino porque fundó, junto con Alberto Gironella y Héctor Xavier, la Galería Prisee. Esta abrió un espacio de exhibición y mercado al nuevo arte y representó —junto con las que le sucedieron— una alternativa y contrapeso a las exposiciones que tenían lugar en los recintos gubernamentales, dominados por la Escuela Mexicana de Pintura.

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