Durante los sesenta y los setenta, la abstracción desarrolló su género más popular, el geometrismo, tanto porque estaba en boga como vanguardia artística como por su aceptación entre el público joven. Fue bien aceptado por el mundo académico academia, que promovió las investigaciones teóricas y artísticas, y el Estado, que buscaba un nuevo arte que reflejara la modernidad del país. Entre 1970 y 1971, Manuel Felguérez, Federico Silva y otros artistas se encargaron de reformar y modernizar los planes de estudios de la Escuela Nacional de Artes Plásticas.

En estas décadas, a los ya reconocidos artistas de la Ruptura se unieron jóvenes artistas que siguieron los principios de la abstracción y el arte cosmopolita. Además, gracias experiencias como el Salón Independiente y el involucramiento de los artistas durante el movimiento estudiantil de 1968, surgieron colectivos que exploraron nuevas formas de expresión como el mural efímero, los libros de artista, el arte correo o la apropiación del espacio público. Artistas como Gabriel Macotela, Pedro Friedeberg y, más adelante, Magali Lara continuaron con guiños a la abstracción en su trayectoria individual.

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