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Monsiváis 2020, por Alejandra Frausto Guerrero

Querido Monsi:

Tú siempre creíste en el arte popular, el arte hecho por todos. Con tus palabras y actos solidarios hiciste un registro de tu tiempo; no hubo un resquicio en donde no entrara la luz de tu pensamiento omnipresente: “Monsipresente”.

Al maestro Francisco Toledo, tu amigo entrañable, cuando le preguntaban por qué no hacía obras de gran formato o monumentales, contestaba que todo lo que cabe en las manos del hombre tiene que ser sagrado: es el tamaño de las cosas. Y así es: aunque en el arte existen los grandes formatos, los artesanos utilizan la mano como su medida. Muchos te recordamos en la Lagunilla revolviendo papeles viejos, comprando fotografías que más tarde pasarían a formar parte de tu peculiar colección. Y es que en lo popular estamos todos representados. Es la fotografía que nos tomamos en la feria del pueblo, o cuando fuimos a La Villa y ahí estaba la escenografía montada, Virgen incluida, para hacer el clic que nos remitirá a una estampa familiar. En el arte popular nos dejamos de poses, entramos rápido porque nos trasciende en su inmediatez.

Una de las cosas más apasionantes que hiciste fue tu colección de gráfica y fotografía, ambas consideradas menores ante el “gran arte”, el que nace de las grandes reflexiones y de cierta individualidad. El grabado, en su elaboración, es colectivo. Su técnica es de una gran complejidad; requiere de mucha destreza en el manejo del buril, tener el pulso preciso para rasgar la superficie -la madera o la piedra-, obliga a controlar la fuerza de la mano para esbozar lo que se quiere pasar al papel. La fotografía y el grabado son dos técnicas que se alimentan de lo onírico, de las sombras, del espejo de sombras que somos, de la luz que se revela en sus claroscuros. Como los claroscuros sociales en los que afilaste tus herramientas políticas y de denuncia.

¿Qué hallaste en el arte popular, si no el quehacer de un espíritu que vive en lo inmediato infundiéndole vida al cieno, al hilo, a la madera, a las fibras vegetales, al papel? Las manos conocen muchos idiomas y tú parecías entenderlos todos.

A diez años de tu muerte, te extrañamos en multitud. Fuiste una de las inteligencias más finas e irreverentes, conociste como pocos la realidad mexicana y te mantuviste al tanto de todo: su pasado más remoto y su presente más actual. ¿En dónde no hurgaste? Monsipresente.

¿Qué escribirías hoy sobre el Instagram, tú que de fotografía lo sabías todo? ¿Tendrías TikTok? Seguramente serías un tuitero incomparable, como dice Fabrizio Mejía Madrid. Asegurabas que, por la influencia de los medios, sobre todo de la televisión, la gente actuaba como si una cámara invisible los siguiera. Ahora en verdad todo el mundo tiene una cámara enfrente, detrás, arriba, abajo, y expone su intimidad a toda hora.

Decías que el único lugar donde eso no pasaba era en los mítines, porque ahí no hay individualismo, pero, claro, ¡es que no conociste los mítines en coche! Afortunadamente sí registraste y celebraste el mitin nudista que organizó el fotógrafo Spencer Tunick en el Zócalo. Siempre ibas con la libertad por delante. Le diste un camino libertario a la cultura para que transitara gozosa de un lugar al otro.

¿Qué dirías de Los Pinos, la antigua residencia oficial donde por un lado hay quinceañeras retratándose en las escalinatas y por otro se inaugura, el mismísimo 2 de octubre, una exposición sobre el movimiento del 68, curada por tu entrañable cómplice El Fisgón y con buena parte de tus piezas? Una exposición que, además, está a pocos metros de la escultura de cuerpo entero de Gustavo Díaz Ordaz. Nunca como ahora habrías platicado tanto con un presidente de México - ya no en Los Pinos, sino en Palacio Nacional. Sería el primero al que le tendrías cariño, y estoy segura de que él también te extraña muchísimo.

Necesitamos tu relato de la nueva vida de Los Pinos, ahí donde cantó el Caifán Mayor, tu compañero en la pantalla grande, Óscar Chávez, en uno de sus últimos conciertos, y donde Arturo Márquez dirige a una orquesta de niños provenientes de las zonas más pobres y violentas del país. Imagínate: ensayan en la que antes era una cancha de tenis. Te hubiera encantado saber que, donde fue el helipuerto, cuatro mil personas se acostaron en petates para disfrutar de Roma, la película de Cuarón que llevó a la Mixteca alta a la alfombra roja de los premios Oscar. Esa noche, como decías, “éramos tantos que parecíamos pocos”.

Tú que amabas tanto al cine, ¿irías todavía a las salas o estarías suscrito a todos los servicios en línea? Estoy segura de que seguirías viviendo en la cineteca. ¿Qué habrías escrito en esta época donde la libertad se ejerce y no solo se anhela, donde la libertad que conquistaste con cada palabra y pensamiento se va expandiendo? ¿Qué habrías escrito sobre el Zapata de Fabián Chairez y la defensa de la libertad creativa en Bellas Artes, sobre la confrontación entre integrantes de la UNTA y el movimiento LGBTTTI? Me muero por leer lo que habrías escrito de la marcha de zombies y, desde luego, del movimiento feminista.

De alguna manera, nos ponemos tus lentes de pasta cada día, para ver esta cambiante realidad con tu mirada. Así vemos un mundo cultural que tiene, como siempre, voz fuerte, donde los remisos y olvidados al fin son reconocidos como parte de un movimiento cultural incluyente.

Tú, Monsi, que de caricatura y gráfica lo coleccionaste todo, ¿tendrías una colección de memes? Siempre te agradeceremos que hayas sido un coleccionista desprendido. Gracias a ello contamos con El Estanquillo, una colección que habla entre sí y que nos entrega una visión gozosa de la cultura de México, desde lo más exquisito hasta lo más kitsch. Gracias a tu coleccionismo generoso tenemos un acervo de más de cinco mil discos en la fonoteca, donde se escucha lo que escuchabas, y otra colección igual de poderosa en la cineteca, donde se ve lo que veías.

Monsi: te necesitamos en este México en reconstrucción, donde el terreno del arte, que es tan vasto, no se merma con el reconocimiento de la multiculturalidad; por el contrario: se crece. Asómate por favor, Monsi, como la mamá de Woody Allen entre las nubes, y cuéntanos y enmiéndanos la plana. Seguro te estás carcajeando con Chema, con José Emilio, con Pitol…

A los jóvenes de México los invito a leerte, y una vez que pasen estos días de guardar, a visitar tus colecciones, a consultar tu biblioteca personal, ubicada en la Biblioteca de México. Ir a tus libros, ahí está la libertad con la que ejerciste tu oficio de mirarlo todo. A encontrarte en cada rincón de esta ciudad por donde sigues presente. Monsipresente.

Si estuvieras aquí, tu teléfono seguiría sonando en la Portales y tú seguirías contestando con voz de viejita, rodeado de gatos y libros, y nos seguirías empujando cada día a ser más libres y felices.

A diez años de tu partida, aquí sigues. De verdad te extrañamos, querido Monsi.

ALEJANDRA FRAUSTO GUERRERO

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