La antigua ciudad de México Tenochtitlán es sin lugar a dudas el ombligo del universo: el centro de centros. Lugar de mitos, de peregrinaciones, de máxima religiosidad, de sacrificio y de sangre al filo de la obsidiana. Urbe que por casi doscientos años fue el corazón del imperio mexica. La primera exploración enfocada a recuperar la memoria mexica la realizó Manuel Gamio en 1914. Encontró los restos de la esquina suroeste del Gran Templo Mayor y a partir de entonces surgió la necesidad de conocer la ubicación de este edificio, pero no fue sino hasta 1978 que esto ocurriría. Uno de los hallazgos más significativos que han contribuido a develar la urbe mexica, es el de Coyolxauhqui –hija de Coatlicue y hermana de Hutzilopochtli, y a partir de entonces los dioses no han dejado de surgir. A través de un viaje al corazón mismo de la ciudad de México, descendamos a los cimientos de la Catedral, reconozcamos los símbolos de la Conquista y evoquemos el descubrimiento de la diosa Coyolxauhqui o de la diosa de la Tierra: Tlaltecuhtli; visitemos la Casa de las Águilas y sigamos a Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Lujan, quienes introducen a Juan Villoro a un viaje hacia la religiosidad extrema de la Gran México Tenochtitlán, Centro de Centros.