Mario Vázquez es un personaje único, un romántico, que de ser bailarín se convirtió en uno de los artífices de la museografía mexicana, a la cual dedicó más de 60 años de su vida. Fue miembro de una generación sin igual; junto a sus amigos Jorge Angulo e Iker Larrauri, se hizo cargo de una gran responsabilidad: la integración de las salas que darían vida al Museo Nacional de Antropología.

Su sólida preparación tanto en las ciencias sociales como en las humanidades, permitió a Mario Vázquez experimentar y explorar las posibilidades del lenguaje expositivo. A través de este testimonio documental, Mario nos explica el papel que juega la luz en la museografía y cómo pueden integrarse otras disciplinas para lograr el fin mismo de la museografía: "que la exposición inspire, deleite, enseñe."