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Del Plan de Iguala a los Tratados de Córdoba Perla Chinchilla

La consumación de la Independencia es un complejo hecho histórico que hay que comprender a la luz de todos los 11 años de lucha y no tomarlo como un fenómeno descoyunturado, obra de unos cuantos advenedizos que traicionaron el verdadero sentido de ésta. Si bien fue encabezada por los criollos letrados, al frente de los cuales se colocó Agustín de Iturbide, de alguna manera reflejó los intereses o por lo menos las ilusiones de una gran parte de la población, cansada de la lucha y miseria que había arrastrado la guerra. Es por ello que puede hablarse de un movimiento nacional cuyos objetivos principales eran: la independencia, la unión y la religión. Si bien no se trató de un movimiento de masas, como el de la primera fase de la Independencia, tampoco fue una contrarrevolución, como muchos autores han afirmado. Fue realmente la síntesis de un proceso muy complejo, mediante el cual los criollos llegaron a gobernar por primera vez en su historia su propio país. Fue su interpretación de las ideas liberales de la época, adecuándolas a la realidad sociopolítica que les rodeaba, en un país que después de 300 años dejaba de ser una dominación de ultramar.
El 27 de septiembre de 1821 entró victorioso el Ejército Trigarante en la capital en medio de un júbilo y un regocijo sin precedentes en la historia del país. Todas las clases sociales entremezcladas se abrazaban, y se congratulaban de vivir en el país más rico del mundo y al que mejor futuro se le podía predecir. La agitada e inestable vida política y económica del siglo XIX le mostraría, en breve, a la sociedad cuán difícil era la tarea que le esperaba.

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